Él dejó a un lado las distracciones que la mayoría de nosotros consideramos esenciales para la existencia. Desde muy joven marchó y se dedicó a viajar hacia torres, muros, rocas, peñascos y demás tipo de formaciones prominentes sobre la tierra, para subirse a ellas.
Fred Beckey nació en Alemania tras la segunda guerra mundial, allí su familia se vio obligada a emigrar a Estados Unidos debido a las presiones económicas de una alemania destrozada y él con 12 años ya deambuló solo por zonas de escalada de Boulder Peak, sus padres lo metieron en los «scouts» a temprana edad y comenzó a realizar actividad, formándose con el grupo de escaladores de Seattle con tan sólo 16 años y ascendiendo a agujas vírgenes de zonas alejadas.
Gran parte de su vida la dedicó a la exploración y al descubrimiento de nuevas zonas de escalada, picos inaccesibles y primeras ascensiones muchas de ellas.
Fred posiblemente haya sido la persona con más escaladas del planeta, aunque ésto es incuantificable, escaló más de 80 años seguidos y apenas trabajó durante todo ese tiempo, invirtiendo su vida en subir atado a una cuerda.
Nunca trabajó de manera estable, disfrutaba del tipo de vida que quería, vivía en libertad y nadie le decía lo que tenía que hacer, ésto lo llevó al extremo, una obsesión por la escalada. Este tipo de vida también le obligó a buscarse compañeros de cordada diversos, nadie podía seguir su ritmo vital.
Merodeaba por todas las zonas de escalada de EEUU, todo escalador americano se ha encontrado con Fred en un lugar u en otro, le ha visto haciendo auto-stop, durmiendo en alguna cuneta o buscando compañero de cordada con más de 80 años.
Allí por donde viajó siempre dejó un legado, un legado en forma de aperturas de vías, en todas las escuelas de escalada americanas, hay una vía Beckey, sinónimo de estilo limpio y líneas naturales. Como legado nos ha dejado decenas de guías de montañas, que han servido para que muchos siguieran sus pasos.
A principios de ese Otoño, el corazón de Fred ya no podía seguir el ritmo de las actividades cotidianas y con 94 años en su casa de Seattle dejó de latir.
Fred Bechey; un pionero, una leyenda.
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